Pequeño pueblo situado al pie de la sierra con su mismo nombre, del que se tiene constancia documental desde principios del siglo XI, con el nombre de Gía, aunque su origen debe ser mucho anterior al siglo X. En 1.099 Pedro I de Aragón (1068-1104) donó a San Pedro de Taberna la villa de Chía. Alfonso I en 1126 confirma la donación a los monasterios de San Pedro y San Victorián: “(…) dono et concedo et afirmo domino Deo et Santo Petro de Taberna et Santo Victoriano una villa que dicitur Gia (…)”.
En el casco urbano se descubren interesantes ejemplos de la arquitectura propia de las casas de la montaña pirenaica, con detalles y símbolos propios de la sociedad rural montañesa. Pueden admirarse también las dos iglesias románicas (y sus pequeños cementerios, hoy en desuso) resultado de las disputas y enfrentamientos que durante la época feudal hubo entre los señores de Chía y el monasterio de San Victorián, lo que llevó a construir dos parroquias: San Martín, que conserva su ábside original y una bonita espadaña y San Vicente, actual iglesia parroquial, románica en origen que ha sufrido muchas transformaciones y que tiene adosada una torre campanario.
También forma parte de su rico patrimonio la ermita de La Virgen de la Encontrada. Esta virgen, como indica su nombre, fue hallada en el Siglo X por un pastor, según cuenta la tradición. Antiguamente, todos los sábados del mes de mayo se realizaba una procesión en la que los vecinos subían hasta la ermita acompañados por los músicos y por los mayordomos, organizadores de las fiestas, que marcaban el ritmo con los pies y tañedo castañetas.
Es imprescindible ascender al Mirador de la Serreta, que permite disfrutar de unas impresionantes vistas panorámicas de todo el Valle de Benasque.